DETRÁS DEL ATRIL


Abel y Luisimi, en el centro comercial de Mieres donde comimos.

Nada más llegar a Langreo, sacando las cosas del autobús. En primer término, Blanca, Luz y Natalia, que otea al horizonte para ver las perspectivas dela jornada.

Andrés y Abel muestran el mensaje que encontró Natalia en su habitación. Es un bonito papel escrito encima del cuatro. ¡Podemos! (yes, we can)

Antes de la cena nos hicimos una foto todos juntos en la sede de la Orquesta Langreana de Plectro.


Ana escancia sidra durante la cena. Atención a Jesús, al lado de Álvaro, tapándose la cara por si salpica algo.


¡¡¡Lo encontramos!!! Lástima que estuviera cerrado. Aquí están Abel, Ana, Nohelia, Esther, Gracia, Alicia, Elsa, Elena, Andrés, Álvaro, Luismi y Rebeca, de compañía, a las puertas del Disco Pub D Dani. Mítico.


A las doce y cuarto de la noche, pasando un poco de frío antes de encontrar un bar donde tomar algo.


Ana, Andrés, Elena (con al gorra de Andrés), Nohelia, Víctor, Alicia, Natalia, Luz y Blanca, en el bar El Retiro.


Andrés enseña los globos que Nohelia y Ana cogieron del bar El Retiro. Abajo de la imagen, Ana todavía dormida.


EL VÍDEO


Langreo: El cumple de Andrés, la canción del chacho y... ¡Podemos!
29 y 30 de noviembre de 2008



No falla. Tenemos una especie de gafe o algo por el estilo que hace que cada vez que tenemos una actuación fuera, con viaje largo y de fin de semana, nos tiene que llover. O que hacer frío. Mucho frío. Ahí están los fines de semana en Portugal. O por ejemplo, el viaje a Langreo, al que acudimos a últimos de noviembre del 2008, cuando todo el norte del país estaba sacudido por una oleada de nieve que hizo que fuera obligatorio el uso de cadenas en multitud de puertos. Pero nosotros, ¿quién dijo miedo? nos hicimos a la carretera con nuestro autobús adaptado para discapacitados. Aunque de la misma empresa, el coche no era el mismo de otras veces y lo notamos nada más montarnos en él. Se trata de un vehículo especial para que puedan entrar sillas de ruedas, y lo que te encuentras es que los asientos son mucho más bajos, pero también más incómodos. Muy rígidos y estás tan bajo que casi tienes que estirar el cuello para poder mirar a través de la ventanilla (es una exageración, vale, pero mira). Y el caso es que merecía la pena mirar por la ventanilla porque el paisaje era muy chulo. En cuanto asomaba la Cordillera Cantábrica, ya veías que las cumbres estaban nevadas y que el camino, a partir de ese momenot, sería un espectáculo blanco con la nieve como protagonista. Y así fue.

Salimos de Tudela a las 10.00 horas, un poco más tarde de lo habitual, pero calculamos que como Langreo estaba más cerca, no era necesario madrugar y que llegaríamos a buena hora (justo después de comer) si íbamos a buen ritmo. Salimos todos desde Tudela. ¿Todos? No. Ana, como está estudiando en Jaén, aprovechó que la Orquesta de Espiel también participaba en la muestra para venirse con ellos desde Andalucía. Eso sí, le tocó trasnochar, porque salieron a la una de la madrugada de tierras cordobesas y llegaron a Asturias sobre las 12.30 horas. Una paliza de viaje del que Ana se recuperó con un sueñecito mientras los compañeros de Espiel ensayaban.

Sobre esa hora, sobre las 12.30 horas, más o menos, nosotros seguíamos atravesando las montañas de la Cordillera Cantábrica, justo detrás de una máquina quitanieves que nos iba abriendo el camino, aunque sólo hasta el límite con Asturias, porque en el momento en el que cambiamos de comunidad (creemos que fue entonces y por esto), la máquina se salió de la carretera y nos tocó ir con un poco más de cuidado por la carretera nevada. El paisaje que se veía a ambos lados del autobús nos sirvió para hacer más de una foto (sobre todo Alicia) y para que Esther y Gracia levantaran los ojos de los folios de apuntes que llevaban. Quien más sorprendido se mostró fue Gastón, acompañante en el viaje de Cristina y futuro componente de la orquesta como guitarra bajo. Gastón es argentino y nos contó que nunca había visto la nieve tan de cerca. Eso sí, no la pudo tocar porque no paramos el autobús.

Hicimos parada cuando llegamos a Mieres. Más que nada porque ya era la hora de comer y estómago empezaba a hacer ruidillos. Después de atravesar el pueblo entero (pero entero, entero) el autobús se detuvo en el aparcamiento del centro comercial Caudalia. Y allí comimos. Para ser sábado había poca gente. Pero poca poca. Y aunque había pocos restaurantes, no tuvimos problemas para encontrar sitio. La oferta no era muy generosa. O kebab (no triunfó), o Burger King (allí se fueron Luismi y Abel y Cristina y Gastón) o una cafetería con platos combinados donde comieron todos los demás. Desde huevos fritos con chorizo a escalopines con queso de cabrales pasando por sandwiches y la merluza que se pidió Jesús. Para seguir con la tradición (los camarareros de toda España deben estar avisados o algo) Jesús volvió a ser el último en ser servido. Y su comida llegó cuando otros casi ya habían terminado. De postre, y a instancias de Andrés, nos lanzamos todos a por unos heladitos. Mientras, Luismi y Abel dieron una vuelta por el pequeño centro comercial y compraron un videojuego para la consola.

Unos kilómetros más y llegamos por fin a nuestro destino. Noreña. Un pueblo situado cerca de Langreo y donde estaba nuestro hotel. El hotel Cabezas. Una vez que sacamos las maletas del autobús, nos comenzamos a distribuir por habitaciones. Hubo una pequeña disputa para ver quién se quedaba con la triple, porque al final había tres chicos y tres chicas desparejados. En un primer momento, fueron las chicas quienes se quedaron con la triple (Blanca, Luz y Natalia), pero por cuestiones 'logísticas' y de otra índole, finalmente se la cambiaron a Abel, Andrés y Víctor. Así, los chicos se quedaron con la 559, Luz y Blanca se fueron a la 225 y Natalia se quedó sola en la 226. ¿Sola? Nooo. Estuvo muy bien acompañada por un bonito cartel regalo de sus compañeros donde podían leerse mensajes de ánimo y un lema que nos acompañaría durante el resto del viaje. ¡¡¡Podemos!!! En esa segunda planta era además donde estaba la mayor parte de integrantes de la Orquesta.

Una vez distribuidos en habitaciones, y vestidos con el traje, nos fuimos para el teatro de Langreo donde tendría lugar nuestra actuación. En los camerinos no dudamos en hacernos fotos con el atrezzo y los decorados que podían encontrarse entre bambalinas (no fuimos los únicos, porque los de Espiel también se lanzaron a un carro que había justo detrás del escenario). Y en las pruebas de sonido, además de The little negro y el inicio de la cancín de Aixa, no dudamos en tocar la fanfarria del himno de Podemos de Cuatro para animar la tarde y echarnos unas cuantas risas enrecuerdo del mensaje y de la habitación individual de Natalia.

Una vez terminado el concierto fuimos a cenar. Dejamos los instrumentos en a sede de la Orquesta Langreana de Plectro y después nos dirijimos a un restaurante cercano. Nos tocó esperar un poco y el problema es que teníamos que salir antes de las doce porque nuestro conductor de autobús no podía seguir andando por ahí a esas horas. Así que nos tuvimos que comer la sopa de pescado (fritos para el que no quiso) y la carne guisada a toda leche. Ni siquiera pudimos probar la tarta de manzana que había de postre. Peor sí la sidra, que nos sirvieron y en abundancia. Ana y Luismi fueron de los más valientes a la hora de escanciar y no dudaron en ponerse de pie para hacerlo, siguiendo las indicaciones de Alfonso, bandurria de la orquesta plectro que nos acompañó durante la cena. Ni que decir tiene que entre plato y plato seguíamos con la coña del Podemos. A las doce menos cuarto, antes que Cenicienta (Nohelia, la referencia va por ti, jeje) tuvimos que volver al hotel. Se quedaron Natalia, Luz y Blanca que habían llevado traje para cambiarse y aprovecharon que los de Espiel tenían autobús a las dos de la madrugada para volver con ellos.

Mientras, el resto del a Orquesta se acicalaba en el hotel. "Chicas, prohibido pintarse, que si no tardamos mucho", gritó Ana. Y de verdad que no tardaron mucho. A los quince minutos ya estbaan listos y dispuestos en la cafetería del hotel. Los más tardones fueron Abel, Víctor y Andrés, que pensando que el resto tardaría más, se quedaron viendo un poco la tele (la primera, única cadena que se veía, con la peli The Majestic) en la habitación.

Como no teníamos mucha idea de dónde ir, preguntamos a la camarera del bar del hotel dónde podíamos salir por Noreña. El preguntamos por el disco bar D Dani, que Víctor y Abel habían encontrado en Internet navegando la noche anterior. Además de éste, nos recomendaron el Marcelo y El Retiro, que estaba de aniversario. La verdad es que no nos enteramos mucho de las indicaciones ("tú dínoslo omo si fuéramos tontos", le advirtió Abel a la camarera), pero ni así. Nos contó algo de unas escaleras, unas confiterías y tal. Sea porque no la entendimos bien o porque no prestamos demasiada atención, el caso es que encuanto llegamos a unas escaleras ya no supimos muy bien para dónde tirar. <En eso que Ana echó a correr de regreso al hotel y todos pensamos, mira que maja, que va a preguntar, pero no. ¡Volvía porque se había olvidado la cámara cargando!

Primero encontramos el Marcelo. Un grupo se internó para inspeccionar, pero decidimos buscar el mítico Disco Bar D Dani. Lo encontramos dos calles más abajo pero (ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh) estaba cerrado. Tan sólo nos encomtramos la verja cerrada. Así que decidimos volver al Marcelo. Un bar heterogéneo con gente de todo tipo (pijos, alternativos, cincuentones, grupos de amigos, la doble de Belén Esteban con 48 años y los músicos de una orquesta de Tudela de Duero). El caso es que el ambiente no nos terminó de convencer. Música rock setentetera, la mayoría de la gente sentada en mesas. Así que nos decidimos a ir a la otra opción. El Retiro, que estaba de aniversario. Cumplía 25 años desde su inauguración y lo celebraron con una fiesta en la que sorteaban cazadoras (Elena y Luismi se volvieron con una), dianas, barajas de cartas y un viaje a Palma de Mallorca que, desgraciadamente, no nos tocó a ninguno (y eso que Abel se hizo con un montonazo de papeletas). El caso es que para celebrarlo ponían fotografías de los clientes habituales en una pantalla de televisión y habían soltado globos y colgado dos de ellos, de helio, un dos y un cinco rojos y gigantes, para recordar la fecha del aniversario. (Globos de los que Ana se encaprichó nada más verlos).

Pero nosotros teníamos algo más importante que celebrar. Mucho más. Era el cumpleaños de Andrés. Ninguno lo sabíamos (que callado se lo tenía) y nos enteramos cuando nos dijo que, como ya era día 30, le gustaría invitarse a unas copas, que para eso era su cumpleaños. En cuanto nos lo dijo, y después de felicitarlo como se merece, con un círculo en mitad del bar mientras le cantamos, Ana y Nohelia no duraron en acercase hasta el pinchadiscos para pedirle la canción del cumpleaños feliz (versión Parchís). Además sonaron otras canciones. El éxito de la noche fue una en la que decían algo así como Tanto, pero que nosotros no entendíamos muy bien y tradujimos enseguida por (Chacho), palabreja que comenzó a acompañar buena parte de las canciones uqe nos pusieron a partir de ese momento y durante toda la noche. La música era mejor que en el bar anterior, pero había sobredosis de reggeaton. Mucha. Demasiado chimpun chimpun reggeatonero de canciones que seguro seguro no volveremos a escuchar en nuestra vida.

Sobre las dos y media llegaron Blanca, Luz y Natalia (que luego desapareció) acompañando a los compañeros de Espiel que estuvieron en un bar aunque luego se fueron (ñññ, error, al Marcelo). Lógicamente, al cabo de un tiempo, regresaron al Retiro, bar con mucho más encanto, sobre todo en los baños. Los servicios del bar estaban en un pequeño patio interior con lo cual, cada vez que querías ir al servicio tenías que salir a la calle. El de los chicos tenía un diseño especial, puesto que la puerta de acceso era como las de un saloon del oeste, aunque estaba rota, y sólo tenía una de las dos hojas. La de las chicas sí que tenía la puerta completa, aunque solía estar siempre cerrada, con el baño ocupado y alguna chica esperando... Y pasando frío. Hacía tanto tanto tanto frío que abriás la boca y soltabas vaho. De ahí que el baño fuera bautizado como el del sexto sentido. ¿Hay que ir al baño? En ocasiones veo muertos... (Inciso: lo de las puertas de los baños debe ser curiosidad propia de Noreña, porque las puertas del baño del hotel también eran raras... tanto, que parecían la puerta del armario y más de uno se asustó al creer que su habituación no tenía servicio. Hasta que descubrió que lo que creía armario en realidad era un baño).

La fuesta se prolongó hasta muy altas horas. Mucho. Cristina y Gastón no se apuntaron a la ruta de bares. Después, los primeros en marcharse fueron Álvaro y Rebeca. Sobre las seis de la madrugada se recogieron Andrés, Alicia y Víctor. Una hora después llegaron Elsa, Abel... Cerraron la comitiva Natalia y Nohelia y Ana, que se quedaron hasta las ocho para despedir a los compañeros de Espiel, que salían a esa hora. Además, Nohelia y Ana se volvieron con un regalo, ya que consiguieron traerse los dos globos gigantes, el dos y el cinco, del aniversario del bar. (Lástima que uno de los globos explotara durante el camino. Eso sí, el dos llegó intacto hasta Tudela y después a Portillo, donde se lo llevó Ana).

En el camino de regreso, más nieve en las montañas, Volver de Pedro Almodóvar en el DVD, muchas caras de sueño (la mayoría vino dormido), estómagos revueltos (que se lo pregunten a Nohelia) y unas ganas enormes de descansar. Pasado Benavente paramos a comer (plato del día la mayoría: sopa, macarrones, churrasco, merluza, aunque algunos se decidieron por el bocata de jamón. En ambos casos, el pan estaba co-jo-nu-do). Sobre las 16.45 llegamos a Tudela no sin antes intentar votar una fecha para la cena de Navidad y sin que, al final, consiguiéramos ponernos de acuerdo. ¿Es que no vamos a poder ponernos de acuerdo? ¡Podemos! ¡Podemos! ¡Podemos sí!



VER DETRÁS DEL ATRIL


©2004 Orquesta de Pulso y Púa de Tudela de Duero